En la India, la cuna del Ayurveda (la ciencia de la vida) aprendí la técnica del masaje tailandés… sí, yo también me sorprendí. Después de hablar con un maestro de Ayurveda y ver que para aprender bien sus conocimientos debería quedarme mínimo un año con él, me aconsejó que ya que no disponía de tanto tiempo allí, hiciera un curso de Thaimassage, así que me puso en contacto con un chico que en una escuela de Goa me trasmitió sus conocimientos en el tema. Fue un curso muy intenso en el que pude comprender que somos energía y nuestra energía fluye por canales, si todo funcionase correctamente no habría bloqueos. Con el thaimassage trabajamos sobre esos canales ayudando a eliminar esas tensiones, sean emocionales o físicas, ya que todas empiezan por un desequilibrio emocional que después llega a lo físico.
Consta de estiramientos y presiones que se realizan con las manos, dedos, pies y con todo el cuerpo para conseguir una concentración absoluta entre el que da el masaje y lo recibe unificando la respiración, consiguiendo muy buenos resultados. Esta forma de trabajo se realiza en el suelo y vestido con ropa cómoda que permita el movimiento, no se utilizan aceites.
Ellos lo aprenden y lo integran en sus vidas para mejorar en su día a día.
Fue una experiencia inolvidable.